dilluns, 9 d’octubre del 2006

La Clemenza di Tito

Primer acto de la Clemenza di Tito.
Foto: Antoni Bofill

Este domingo 8 de octubre por la tarde, he asistido a la función de abono de esta magnífica ópera.

Esta joya musical fue escrita por W. A. Mozart en el último año de su vida, en 1791, simultáneamente con el Réquiem y la Flauta Mágica. Fue un encargo de estado para la coronación de Leopoldo II en Praga, como rey de Bohemia y tuvo que ser escrita en tan solo tres semanas. No es extraño pues, que dejara a su discípulo Süssmayer la escritura de los recitativos. El libreto era una adaptación de Caterino Mazzolà sobre un antiguo escrito de Pietro Metastasio. En él se glosa la bondad y clemencia del emperador romano Tito para con el conjurado y a la vez amigo Sesto, el cual, es presionado por su amada Vitellia para llevar a cabo un fallido atentado sobre su egregia persona.

Esta ópera, dadas las circunstancias, fue encargada y escrita en formato de ópera seria, años después de que el mismo Mozart hubiera revolucionado el antiguo estilo con sus grandes y conocidas óperas.

Dirigida musicalmente por Sebastian Weigle y escénicamente por Francisco Negrín, ha sido representada bajo el siguiente reparto:

Tito: Michael Schade. Vitellia: Véronique Gens. Servilia: Ofèlia Sala. Sesto: Vasselina Kasarova. Annio: Marianna Pizzolato. Publio: Umberto Chiummo.

Ya he dicho alguna vez que, para mí, la cosa escénica es secundaria y lo que más me interesa es la parte interpretativo-musical y más en una ópera tan estática como ésta. De todas maneras diré algo sobre el decorado. Consiste en unas estructuras de metal y metacrilato que forman distintas habitaciones o lugares donde pueden verse los distintos artistas ejerciendo su oficio. Confieso que durante el ensayo general lo encontré bastante feo, pero no sé si es por aquello de que uno se acaba acostumbrando a todo, o porqué esta vez lo pude ver desde otro lado y más cerca, no lo encontré tan mal. Lo que si debo decir es que las estructuras de metacrilato estaban sucias de verdad. El segundo acto, mucho más sobrio, me resultó visualmente más atractivo. El vestuario alternaba trajes actuales con vestidos de fantasía, algunos de ellos muy atractivos como los de Vitellia y querían significar, supongo, una época indeterminada a caballo entre lo clásico y lo contemporáneo. La dirección de actores, para mi gusto, buena.

Primer acto. Cuadro segundo. Foto de Antoni Bofill

Vayamos a la parte musical. La dirección de Sebastián Weigle fue precisa, musicalmente atractiva, con un fraseo mozartiano impecable, tal como nos tiene acostumbrados, a pesar de alguna pequeña y puntual imprecisión de la cuerda sin más importancia. Sobresaliente para los solistas de clarinete: Juanjo Mercadal y de “corno di bassetto”: Jaume Sanchís. He sabido que el “corno di bassetto” ha sido prestado por la Orquesta Sinfónica de Valencia y cabe decir que posee un sonido realmente estupendo. Como siempre, el pianista Mark Hastings , esta vez al fortepiano, acompañó los deliciosos recitativos de Süsmayer con precisión y musicalidad exquisita. Sobresaliente también para el argentino José Luis Basso, director del Coro que estuvo preciso en lo musical e impecable en la calidad del sonido.

En cuánto a los cantantes, debo decir que el tenor Michael Schade posee una voz suficiente para cantar Mozart, con una buena técnica, si bien la calidad de su timbre no es para enloquecer. Utiliza de manera exagerada la costumbre barroca de acentuar las primeras notas de la frase y apianar hasta lo inaudible las últimas. Supongo que así se lo exigen los directores con los que trabaja, pero, como convinimos con mis amigos y colegas Casán y Mestre, la Clemenza di Tito es una obra en forma de ópera seria pero con momentos claros de pre-romanticismo y no debería ser interpretada, para nuestro gusto, de una manera, digamos tan “restrictiva”. También la mezzosoprano Vasselina Kasarova, en el papel de Sesto, peca del mismo amaneramiento, aunque su fuerte personalidad, la técnica impecable y la calidad peculiar y atractiva de su voz la elevan muy por encima de su tenoril colega. Su capacidad artística para encandilar al público es innegable y arrancó las mayores ovaciones de la noche. Siento de veras tener que decir que la Sra. Kasarova estuvo calante (desajustó la afinación hacia abajo) en algunos momentos, sobre todo en pasajes medio-graves. A pesar de ello, su prestación en el aria “Parto, parto…” con el obligado de clarinete impecable de Mercadal, fue inmensa. No sé si el uso habitual de “golpes de glotis” de Doña Vasselina le pasará factura en un futuro más o menos lejano. Esperemos que no.

Ofelia Sala cantó con su acostumbrada musicalidad y transparencia y con su pequeña, deliciosa y bella voz la parte de Servillia.

Véronique Gens, a quien ya conocía de cuando interpretó Donna Elvira en el Don Giovanni de hace unos años (el dirigido escénicamente por Bieito), estuvo espléndida desde todos los puntos de vista. Debo decir, primero, que estaba guapísima, muy bien vestida y cantó con una voz de lírica pura, de gran calidad tímbrica y, detalle interesante, no cayó en el amaneramiento barroco de Shade o de Kasarova. Cantó entregada diciendo muy bien su personaje.

El papel de Annio fue magistalmente interpretado por Marianna Pizzolatto, una cantante de voz lírico-spinta con cuerpo, que cantó con una línea y fraseo encomiable gracias a una técnica "alla italiana" absolutamente ortodoxa. Cantó a Mozart como a mí me gusta, sin florituras barrocas ni amaneramientos. Su prestación en el aria del acto segundo "Torna, torna..." fue de antología. Recibió una fuerte ovación con numerosos bravos, entre los cuales se dejaron oír los míos.

Lo mismo cabe decir de Humberto Chiummo: barítono con grato timbre, de voz grande y rica en armónicos, que cantó el papel de Publio con una ortodoxia encomiable bien lejos de ningún amaneramiento barroco.

Resumiendo, una tarde entretenida e interesante. Un disfrute.

Foto de Antoni Bofill. inicio del segundo acto.