Foto: Gran escena de Felipe II cantando el aria "Elle ne m'aime pas..." con el consuelo de la Princesa de Éboli.
Este pasado miércoles asistí al ensayo pre-general de la versión íntegra, y cantada en francés, de la ópera Don Carlos de Giuseppe Verdi en el Liceu. Se trata de una coproducción Gran Teatre del Liceu/Wiener Staatsoper que se presentó con el siguiente reparto:
Felipe II: Giacomo Prestia
Don Carlos: Franco Farina
Rodrigo, Marqués de Posa: Carlos Álvarez
El Gran Inquisidor: Eric Halfvarson
Un monje: Dan Paul Dimitrescu
Elisabeth de Valois: Adrianne Pieczonka
La princesa de Éboli: Sonia Ganassi
Thibault: Ana Nebot
Voz del cielo: Eliana Bayón
El Conde de Lerma/Heraldo real: Stanislas Arráez
Diputados flamencos: Marc Canturri, Vicenç Esteve Corbacho, Manel Esteve Madrid, Alberto Feria, Josep Ferrer y Xavier Mendoza
Dirección escénica: Peter Konwitschy
Dirección musical: Mauricio Benini
No conocía la versión francesa original de esta ópera de Verdi, bastante más larga que su posterior y archiconocida revisión italiana. Cinco horas, entreactos incluidos. Alguna escena musicalmente memorable como la posterior a la muerte de Rodrigo, entre Felipe II y su hijo Carlos. Escena, por cierto, reproducida en el artículo anterior de este blog con las voces de José Van Dam y Roberto Alagna.
La producción de este Don Carlos se ha presentado fuera de las funciones de abono, probablemente por temor al rechazo del público más conservador a las provocaciones del director de escena.
La producción de Peter Konwitschy, el polémico director de escena alemán conocido del público del Liceu por su versión escolar del Lohengrin, fue, desde mi modesto punto de vista, y con todo el respeto a las personas, un auténtico fiasco, por no decir bodrio.
La dirección de actores mediocre. La escenografía monótona y casi inexistente, sólo unos paneles conformando un espacio rectangular vacío por donde va transcurriendo la acción, con distintas iluminaciones. Solamente durante lo que debería haber sido el ballet, se presentó una escena que representaba “el sueño de Éboli” ambientado en un salón de un piso contemporáneo más bien hortera, en el que la pareja Éboli/Don Carlos recibía en su casa a Felipe II y su mujer Elisabeth para una cena entre amigos. La comida se quema (sale humo de la cocina) y acaban pidiendo una pizza (sic)servida nada menos que por el Marqués de Posa. Después danzan una especie de ballet “sui generis” bastante basto.
Foto: la hortera escena titulada "el sueño de Éboli" (foto de Antoni Bofill).
Mi opinión sobre esta escena es que era del todo obviable, música del ballet incluida. Todos sabemos que el ballet era pieza obligada en las óperas representadas en el París de la época, y la música que escribió Verdi para tal ocasión, da la sensación de ser fruto de un puro trámite para quedar bien. Su calidad musical no es precisamente de lo más brillante que escribió en su vida.
La otra gran "innovación" de Konwitsgny fue convertir el auto sacramental en una recepción a los reyes Felipe II y Elisabeth de Valois vestidos todos de manera contemporánea, con entrada real por el vestíbulo histórico del Liceu incluido, con una nube de fotógrafos y cámaras de video. Todo ello anunciado y presentado por televisión por una actriz bien conocida del público catalán como Lloll Beltran. Mientras entran los reyes aparecen unos policías porra en mano y grito en boca persiguiendo y atizando a unos sujetos encadenados con pinta de convictos de algo, corriendo por todo el teatro. Entre los gritos de perseguidores y perseguidos y los comentarios del público asistente, se hacía verdaderamente difícil oír la música que seguía interpretándose como si nada ocurriera. Se supone que los perseguidos no eran otros que los condenados por la Inquisición camino del tormento, en versión "rompedora". Foto: La popular Lloll Beltran (aquí en las escaleras del vestíbulo histórico del Liceu) en el papel de periodista anunciando la inminente llegada de los reyes Felipe II y Elisabeth de Valois por la puerta principal del Teatro.
La voz del cielo es aquí encarnada por una doble de Marilyn Monroe cantando antes los reyes, en la escena del auto de fe, mientras en la pantalla del fondo del escenario aparece la fotografía de lo que parece ser un fusilamiento real. También se dejaron caer octavillas por la sala con la misma imagen. Una verdadera indecencia que con la escusa de concienciar a no sé quién, se exhiban crueles fotos de sucesos reales que no aportan absolutamente nada a la comprensión de la ópera pero que hacen pasar por "muy progre" al director de escena de turno. Foto: Auto de Fe con "Marilyn Monroe" cantando ante los reyes y la fotografía del fusilamiento proyectada en el panel posterior del decorado. (foto de Antoni Bofill)
Siguiendo con la producción escénica, el personaje de Rodrigo es ridiculizado presentándolo como un cegato que, a la que pierde los gruesos y exagerados lentes, se debate con el puñal en el aire apuntando y pinchando al vacío como un payaso.
Sin embargo, hubo una buena idea (y también la digo) y fue que en la gran escena de Felipe II, antes y durante el aria “Elle ne m’aime pas…”, que transcurría (se supone) en su dormitorio, se hallaba en compañía de la Princesa de Éboli, su amante, que le iba consolando (ver foto al principio).
En fin, dejemos la escena y vayamos a la parte musical.
Disfruté con la dirección de Mauricio Benini. La orquesta sonó muy bien, incluida la banda interna que, por cierto, en la escena del auto de fe, tocó en la sala junto a las butacas de platea. Los tempi fueron muy de mi gusto, manteniendo siempre la tensión musical. Como siempre, excelente el solo de cello de Pestalozzi.
La Sra. Pieczonka anunció una indisposición y no cantó a voz, con lo cual no pudimos oírla en condiciones, sí adivinamos pero una bella voz y una exquisita musicalidad.
El norteamericano Franco Farina que interpretó a Don Carlos, exhibió una potente voz en los medios y unos agudos apretados así como unos portamentos de calidad no adecuada a un tenor de primer reparto.
Carlos Álvarez estuvo, como ya nos tiene acostumbrados, muy seguro, exhibiendo su bella y densa vocalidad, cantando con pasión y musicalidad la parte del Marqués de Posa. Es una verdadera lástima que su manera de cantar muy colocada y fija de posición no le permita cantar en pianísimo sin perder la coloración vocal. Esto le quita un plus interpretativo que no impide, de todas maneras, un cantar varonil, efectivo y atrayente.
El Felipe II de Giacomo Prestia contó con una voz de bajo muy bien timbrada y con un fraseo claro, cantando “alla italiana” y haciendo muy creíble su interesante papel. Cantó la célebre aria “Elle ne m’aime pas…” con emoción en la dicción y fraseo, y brillantez en lo vocal, tanto en graves, medios como agudos.
La mezzo Sonia Ganassi cantó con contundencia y seguridad pero también con emoción y musicalidad el difícil, y agradecido a la vez, papel de la Princesa de Éboli.
Eric Halfvarson estuvo genial en su papel de Gran Inquisidor. Con su gran y peculiar voz , pero con una sensibilidad extraordinaria, fue, para mi particular gusto, el mejor artista de la velada. Foto: el magnífico bajo Eric Halfvarson.Es de justicia citar la excelente prestación del bajo Dimitrescu en el corto pero intenso papel del monje. Muy bien estuvieron Ana Nebot y Eliana Bayón en sus respectivos papeles, así como los componentes del conjunto de diputados flamencos.
El coro excelente como ya nos tiene acostumbrados.