diumenge, 22 d’octubre del 2006

Concierto Mahler en el Liceu














Fotos: Matthias Goerne y Sebastian Weigle.


Este pasado viernes 20 de octubre asistí por la noche, en el Gran Teatre del Liceu, a la velada dedicada a Gustav Mahler. En la primera parte, el ciclo de lieder DesKnaben Wunderhorn interpretado por el barítono Mattias Goerne con la Orquesta sinfónica de la Casa, dirigidos por su titular Sebastián Weigle.

Matthias Goerne es un liederista consagrado desde hace ya bastantes años, y considerado por la afición como uno de los más altos exponentes del género. Discípulo de D. Fischer-DiesKau, posee una técnica impecable que, unida a su interesante voz oscura y a su capacidad interpretativa y dominio absoluto del control vocal, hace que sus apariciones escénicas sean motivo de enorme disfrute por parte del aficionado. Su voz no tiene, en cambio, un volumen enorme y en algunos momentos se dejó oír poco, debido, por una parte, a la brillante orquestación “Mahleriana” y, por otra, a la posición del cantante delante de la orquesta, sobre el espacio correspondiente al foso orquestal elevado a nivel de escenario. Esta posición, habitual en los conciertos, adolece de una buena acústica para la voz. En efecto, la emisión vocal se proyecta y llega mejor desde más atrás, justo por donde cae el telón. Y si no, que se lo pregunten a Montserrat Caballé, que se las sabe todas, y cuando canta en formato de recital se coloca muy atrás, tocando al telón ¿no se han fijado?

Su interpretación de cada uno de los lieder fué antológica no dudando incluso de cambiar el color de la voz para servir a dos personajes distintos en una misma canción. Fue éste el caso de "Das irdische Leben" donde dio vida al diálogo entre un niño y su madre.

En la segunda parte, la Quinta Sinfonía de G. Mahler. Ello supone un desafío para la orquesta por la dificultad de conjunto y de las partes solistas especialmente la trompa y la trompeta. Estos instrumentos fueron tocados magistralmente por los valencianos Arturo Nogués y Miguel Ángel Bosch respectivamente (abajo y a la derecha, en las fotos de Antoni Bofill). Sebastián Weigle dirigió con energía y precisión siempre atento al fraseo que se hizo especialmente exquisito en el “Adagietto” donde la cuerda supo expresar con transparencia, intensidad y calidad de sonido las románticas y melancólicas frases del movimiento.

Ovación al final de cada una de las dos partes.