diumenge, 17 de febrer del 2008

Elektra en el Liceu

Fotografias de Antoni Bofill

Esta tarde he asistido a la función de abono de Elektra que se ha desarrollado bajo el siguiente reparto:

Klytämnestra: Eva Marton
Elektra: Deborah Polaski
Crysosthemis: Ann-Marie Backlund
Aegisth: Graham Clark
Orest: Albert Dohmen
El preceptor de Orest/Viejo sirviente: Knut Skram
La confidente de Klytämnestra/segunda sirviente: Claudia Schneider
La portadora de la la capa real/cuarta sirvienta: Michelle Marie Cook
Un joven sirviente: Charles Hens
La celadora: Renate Behle
Primera sirviente: Lani Polson
Tercera sirviente: Mireia Pintó
Quinta sirviente: Henrilkka Gröndahl
Dirección musical: Sebastian Weigle
Dirección de escena: Guy Joosten
Nueva coproducción Gran Teatre del Liceu/Théatre de la Monnaie-De munt (Bruselas)

Orquestra Simfònica i Cor del Gran Teatre del Liceu

La ventaja de ver la ópera por segunda vez y además desde la primera fila de platea es que te permite contrastar la totalidad del espectáculo desde una óptica mucho más próxima (el día del ensayo general estaba en el tercer piso) y te deja ver el trabajo de los cantantes casi a tocar de mano. La puesta en escena me pareció fea y hoy me lo ha seguido pareciendo, aunque es posible que justamente se trate de la finalidad buscada por el director de escena.
¡Qué manía la de situar la acción en la Alemania de los años 30!
El escenario muestra un espacio feo, degradado, con andamios y barriles metálicos, una garita de vigilancia y justo debajo la estancia sórdida de Elektra. Unas escaleras conducen a un piso superior dónde se supone que hay la parte noble del palacio habitada por Klytämnestra y su actual marido Aegisth.
La intención de Guy Joosten, según sus propias declaraciones recogidas en la hoja informativa del Teatro, es la de configurar una atmósfera que enmarque la mirada implacable, angustiada y desesperada del personaje, que muestre la decadencia a la que ha sido degradado el antiguo esplendor, la provisionalidad en que se produce la vida, la sensación de espacio asfixiante dónde vivir, el clima militarizado, sugerido por el vestuario, potencialmente violento, etc. Es decir, se trataría de intensificar la experiencia claustrofóbica que la música comunica. Desde luego es una forma de verlo pero ¿Era necesario que fuera tan feo? A pesar de todo, uno se va acostumbrando a lo que ve. Así, la puesta en escena hoy no me ha parecido tan horrible como el primer día. Esto también me ocurría cuando trabajaba de médico del Teatro y veía las escenografías una y otra vez, día tras día. Me acostumbraba a casi todas y ya no las encontraba tan horrendas. Algunas de ellas, todo hay que decirlo, me siguieron pareciendo horrendas desde el primero al último día.

En cuanto a lo musical, vaya por delante la soberbia dirección musical de Sebastian Weigle. ¡Qué pena que se nos marche! La orquesta, que llenaba hasta rebosar el espacio del foso, ha estado espléndida de empaste y sonido. Con tantos músicos y la densidad de la orquestación straussiana se hacía difícil y alguna vez imposible, oír las voces del escenario. En la primera escena, por ejemplo, entre las criadas de palacio, había que hacer equilibrios auditivos para escuchar lo que se cantaba.

Deborah Polaski en el papel de Elektra ha estado fantástica. Ha cantado, con inteligente dosificación de esfuerzo, su parte con voz suficiente para ser oída en medio de tanto estruendo orquestal, musicalidad exquisita, fraseo, dominio del pianísimo, y expresividad convincente.

Klytämnestra ha sido interpretada por la veterana Eva Marton, ya retirada de los escenarios, pero que no supo decir no a la propuesta de la dirección artística del Teatro. Ha sido una prestación más declamada que cantada pero con un buen resultado dramático.

Ann-Marie Backlund en el papel de Crysosthemis ha cantado con bella voz, intención en el fraseo y musicalidad aunque el volumen de su instrumento ha sido silenciado en más de una ocasión por la poderosa fuerza orquestal.

El Orest de Albert Dohmen se ha beneficiado de una voz baritonal bien timbrada y poderosa que ha traspasado en todo momento la barrera orquestal. Ha cantado además con nobleza, musicalidad y dicción. Muy convincente.

Graham Clark, como nos tiene ya acostumbrados, ha cantado la parte de Aegisth con su peculiar y gran voz de tenor de carácter con una expresividad realmente apabullante.

Todos los demás participantes han cantado bien sus partes hasta donde las fuerzas telúricas orquestales les han dejado.

En resumen, una Elektra musicalmente impactante, muy bien dirigida por Weigle, con un elenco más que interesante y una puesta en escena fea pero funcional y que, por lo menos a mí, no me ha molestado al no ser irrespetuosa con la música.

1 comentari:

Anònim ha dit...
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