Foto: Efigie del emperador Tito.
Queridos blogueros operísticos, ayer asistí en el Gran Teatre del Liceu al ensayo general de la ópera La Clemenza di Tito de W. A. Mozart. El cast protagonista debía ser el del mismo del día del estreno, el próximo lunes 2 de octubre, fecha en la que se inicia la temporada operística de este gran teatro. He dicho debía ser porqué en realidad el papel de Tito, por indisposición de Michael Schade, fue interpretado por Charles Workman, cover del anterior y actuante en el segundo reparto de la ópera. Y hago hincapié en este hecho porqué este buen señor no está a la altura de sus compañeros de reparto. El timbre de su voz es más bien desagradable, lo que sería poco importante si cantara bien, pero, desde mi punto de vista, no lo hace. Y no es por falta de musicalidad, que le sobra, ni de afinación, que es precisa. Creo que el problema es puramente técnico-vocal. Canta con la voz desapoyada, es decir, no bien conectada con el diafragma, lo cual provoca que la emisión no siga una línea de canto uniforme y que los agudos queden “descolgados” arriba con serias dificultades para que no se rompan. Así, cuando llega una nota o un pasaje agudos, debe “ayudarse” con un movimiento hacia arriba de los hombros, lo cual por sí solo ya indica una falta de maduración técnica en un cantante profesional. Eso mismo ya se pudo observar cuando, hace unos años, cantó junto a Montserrat Caballé, un Eduardo VIII con el mismo problema y con la emisión de algún agudo galleado.
Incomprensiblemente para mi, este señor suele tener éxito entre el público y no le falta algún bravo que otro. Es posible que sea porqué la voz es grande, se oye bien y musicalmente es correcto, o también porqué una mayoría de público no capte ciertos defectos técnicos con sus consecuencias de emisión que, para algunos, son evidentes.
En el otro lado de la balanza, Vasselina Kasarova, en el papel de Sesto, estuvo inmensa desde todos los puntos de vista. Especialmente conmovedora en la espléndida aria “ parto, parto…” que junto a la excelente prestación del clarinetista Juanjo Mercadal, fue una auténtica maravilla.
Los demás estuvieron a la altura de las circunstancias. No voy a profundizar más en el análisis de las voces. Prefiero hacerlo después de que vea la representación el domingo 8 de octubre.
En cuanto a la dirección escénica ya les contaré después del estreno, pero les adelanto que el decorado de metacrilato del primer acto no me gustó nada. Es más, lo encontré especialmente feo.
Déjenme adelantarles que la dirección musical de Sebastian Weigle fue, como ya nos tiene acostumbrados, muy buena, y el coro cada día mejor.
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