Hablando estos días sobre el anterior artículo, se me ha dicho que en el caso de que el regista construya una escena en contradicción estética con la música del momento, sería un gesto válido si lo hiciera con conocimiento de causa, expresamente, para provocar una reacción determinada en el público. Yo no puedo aceptar eso. Lo siento pero debo ser sincero. Es como si durante la interpretación del Réquiem de Gabriel Fauré, a un director de escena se le ocurriera poner ante el público dos personas dándose puñetazos, tirándose de los pelos o escenificara una orgía, aunque fuese para provocar un impacto previamente meditado. ¡Vaya si lo conseguiría!
Definitivamente no.
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