Independientemente que la puesta en escena sea buena o mala, no creo que debamos ceder al chantaje de posibles amenazas sólo porqué lo que se presenta sea una idea contraria a los dogmas "intocables" de cualquier religión. Tampoco es el momento de discutir si es o no lícito, artísticamente hablando, hacer montajes sobre óperas clásicas que se desvían muy mucho de la idea primigenia del autor. Éste es otro debate. Creo que es el momento de decir basta a las injerencias de los creyentes radicales de cualquiera de las religiones que existen en el mundo. De ninguna manera hay que permitir que la libertad de expresión quede anulada, aunque sea por autocensura, ante el miedo a posibles reacciones violentas de los que se creen poseedores de la verdad absoluta.
No olvidemos que la asistencia al espectáculo no es obligatoria y si uno no está de acuerdo con lo que se presenta pude decidir libremente no ir, y si no tiene información previa y acude con desconocimiento de causa puede siempre marcharse cuando le venga en gana o bien protestar al final de la representación, cosa por cierto bastante habitual en nuestros días.
Me reafirmo en lo que decía en este mismo blog (anotación del 30 de julio pasado), hablando de guerras y violencia, que las creencias (todas ellas) comportan violencia. Que la identificación del yo propio con alguna idea o institución ya sea religiosa o laica, comporta división y violencia, aunque ésta no llegue a ejercerse explicitamente. Piensen en ello.
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