Foto: Antoni Bofill
Este domingo 8 de octubre por la tarde, he asistido a la función de abono de esta magnífica ópera.
Esta joya musical fue escrita por W. A. Mozart en el último año de su vida, en 1791, simultáneamente con el Réquiem y
Esta ópera, dadas las circunstancias, fue encargada y escrita en formato de ópera seria, años después de que el mismo Mozart hubiera revolucionado el antiguo estilo con sus grandes y conocidas óperas.
Dirigida musicalmente por Sebastian Weigle y escénicamente por Francisco Negrín, ha sido representada bajo el siguiente reparto:
Tito: Michael Schade. Vitellia: Véronique Gens. Servilia: Ofèlia Sala. Sesto: Vasselina Kasarova. Annio: Marianna Pizzolato. Publio: Umberto Chiummo.
Ya he dicho alguna vez que, para mí, la cosa escénica es secundaria y lo que más me interesa es la parte interpretativo-musical y más en una ópera tan estática como ésta. De todas maneras diré algo sobre el decorado. Consiste en unas estructuras de metal y metacrilato que forman distintas habitaciones o lugares donde pueden verse los distintos artistas ejerciendo su oficio. Confieso que durante el ensayo general lo encontré bastante feo, pero no sé si es por aquello de que uno se acaba acostumbrando a todo, o porqué esta vez lo pude ver desde otro lado y más cerca, no lo encontré tan mal. Lo que si debo decir es que las estructuras de metacrilato estaban sucias de verdad. El segundo acto, mucho más sobrio, me resultó visualmente más atractivo. El vestuario alternaba trajes actuales con vestidos de fantasía, algunos de ellos muy atractivos como los de Vitellia y querían significar, supongo, una época indeterminada a caballo entre lo clásico y lo contemporáneo. La dirección de actores, para mi gusto, buena.
Vayamos a la parte musical. La dirección de Sebastián Weigle fue precisa, musicalmente atractiva, con un fraseo mozartiano impecable, tal como nos tiene acostumbrados, a pesar de alguna pequeña y puntual imprecisión de la cuerda sin más importancia. Sobresaliente para los solistas de clarinete: Juanjo Mercadal y de “corno di bassetto”: Jaume Sanchís. He sabido que el “corno di bassetto” ha sido prestado por
En cuánto a los cantantes, debo decir que el tenor Michael Schade posee una voz suficiente para cantar Mozart, con una buena técnica, si bien la calidad de su timbre no es para enloquecer. Utiliza de manera exagerada la costumbre barroca de acentuar las primeras notas de la frase y apianar hasta lo inaudible las últimas. Supongo que así se lo exigen los directores con los que trabaja, pero, como convinimos con mis amigos y colegas Casán y Mestre,
Ofelia Sala cantó con su acostumbrada musicalidad y transparencia y con su pequeña, deliciosa y bella voz la parte de Servillia.
Véronique Gens, a quien ya conocía de cuando interpretó Donna Elvira en el Don Giovanni de hace unos años (el dirigido escénicamente por Bieito), estuvo espléndida desde todos los puntos de vista. Debo decir, primero, que estaba guapísima, muy bien vestida y cantó con una voz de lírica pura, de gran calidad tímbrica y, detalle interesante, no cayó en el amaneramiento barroco de Shade o de Kasarova. Cantó entregada diciendo muy bien su personaje.
El papel de Annio fue magistalmente interpretado por Marianna Pizzolatto, una cantante de voz lírico-spinta con cuerpo, que cantó con una línea y fraseo encomiable gracias a una técnica "alla italiana" absolutamente ortodoxa. Cantó a Mozart como a mí me gusta, sin florituras barrocas ni amaneramientos. Su prestación en el aria del acto segundo "Torna, torna..." fue de antología. Recibió una fuerte ovación con numerosos bravos, entre los cuales se dejaron oír los míos.
Lo mismo cabe decir de Humberto Chiummo: barítono con grato timbre, de voz grande y rica en armónicos, que cantó el papel de Publio con una ortodoxia encomiable bien lejos de ningún amaneramiento barroco.
Resumiendo, una tarde entretenida e interesante. Un disfrute.
Foto de Antoni Bofill. inicio del segundo acto.
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