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dilluns, 14 de desembre del 2009

Il Trovatore en el Liceu

Fotografies de Antoni Bofill

Ayer domingo asistí a la representación correspondiente al turno T de Il Trovatore, de Giuseppe Verdi, en el Liceu, que se desarrolló bajo el siguiente reparto:

Conde de Luna: Vittorio Vitelli
Leonora: Fiorenza Cedolins
Azuzena: Luciana D'Intino
Manrico: Marco Berti
Ferrando: Paata Burchuladze
Inés: Ana Puche
Ruiz: Vicenç Esteve Madrid
Viejo zíngaro: Ivo Mischev
Mensajero: Emili Rosés
Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu.
Dirección del Coro: José Luis Basso

Dirección musical: Marco Armiliato
Dirección de escena: Gilbert Deflo


Il Trovatore, quizás una de las óperas con más exigencia vocal del amplio repertorio verdiano, pide, de un lado, grandes voces y, del otro, que sepan cantar muy bien, lo cual, aunque parezca mentira, no es nada obvio. A pesar de que el libreto de Salvatore Cammarano es realmente espeluznante, la música, en cambio, responde al mejor Verdi, con páginas realmente memorables tanto por su belleza como por su dificultad canora.

Siempre he sido un defensor de Gilbert Deflo, con su habitual elegancia escénica aunque, esta vez, debo reconocer que su versión de esta ópera me ha decepcionado de manera flagrante. Una presentación minimalista en extremo, con un movimiento de actores muy mejorable y como cambio de escena tan sólo la presencia de unas inmensas sábanas con soles y lunas que iban cayendo en la parte trasera de la caja escénica. Este tipo de puesta en escena sólo tiene una ventaja: el cantante no se distrae y puede dedicar toda su atención al canto.

La dirección musical de Marco Armiliato no ha defraudado. Buen sonido de orquesta, muy conjuntada y empastada, buenos tempi y dejando cantar lo cual siempre es de agradecer.

En el papel del Conde de Luna, Vittorio Vitelli, que substituía a Roberto Frontali, ausente por enfermedad, estuvo a buena altura con una bella voz de barítono lírico muy bien puesta pero carente de contundencia en los graves lo cual quitó tensión dramática a su personaje. Cantó su dificilísima aria (quizás la más difícil del repertorio verdiano para barítono) "Il balen del suo sorriso..." con musicalidad y buen gusto y también con algún apuro.

Fiorenza Cedolins en el papel de Leonora cumplió bien su parte, también con algún apuro y alguna nota calada pero con recursos para salir airosa. Justa en el aria "Tacea la notte placida", estuvo mejor en los duetos y tercetos con Manrico y el Conde y en el último acto en "D'amor sull'ali rosee". Quizás no sea la voz idónea para esta ópera.

Marco Berti que interpretó a Manrico, posee una voz de tenor spinto de grandes facultades y proyección sobrada, pero con Verdi, como a tantos otros tenores, se le ve el "plumero". En efecto, para cantar Verdi, además de tener una gran voz, hay que saber cantar muy bien y Berti cojea en el segundo supuesto. Su esperada aria "Ah! si, ben mio, ..." fue cantada más bien con pena que con gloria, con flagrantes atentados a la línea de canto y a la afinación. Le fue mejor con el aria de la Pira. Berti tiene buenas intenciones e intenta apianar las frases más delicadas pero el apoyo de la voz no es seguro y cala de manera evidente lo que quedó patente en alguna frase del terceto final.

La Azucena de Luciana D'Intino, para mí, la mejor de la noche, fue cantada de manera segura, con gran intención dramática y cuidada musicalidad. Su voz de mezzo no és bellísima pero sí muy bien puesta y proyectada con graves suficientes. Obtuvo una gran ovación al final.

Paata Burchuladze se ha hecho mayor y su voz carece de la frescura de antaño. Tampoco en su buena época fue un belcantista pero lo compensaba con sus portentosas facultades hoy ya mermadas. Hizo un Ferrando justito.

Muy bien el Coro de la Casa.

Buenas las prestaciones de Vicenç Esteve Madrid, Ana Puche, Ivo Mischev y Emili Rosés.

En resumen, una función desigual con momentos vocales intensos y de buen canto alternando con otros absolutamente olvidables. Buena dirección musical y muy floja puesta en escena.

dimecres, 22 d’octubre del 2008

El Requiem de Verdi en el Liceu

Foto: Enrique Mazzola

Esta noche he acudido al Liceu para el Requiem de Giuseppe Verdi que se ha desarrollado bajo el siguiente reparto:

Hasmik Papian, soprano
Luciana d'Intino, mezzosoprano
Josep Bros, tenor
René Pape, bajo

Orquesta Sinfónica y Coro del Gran Teatre del Liceu con la colaboración del Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana
Dirección musical: Enrique Mazzola

Siempre apetece oír una nueva versión del Requiem de Verdi, escrito por el compositor como homenaje al poeta nacionalista Manzoni fallecido un año antes del estreno de esta obra. Se trata, como saben, de un requiem "operístico" en el sentido de que la escritura verdiana para las voces mantiene los mismos criterios que para las óperas. Se trata de aquello tan repetido pero totalmente cierto de que para cantar el Requiem de Verdi se necesitan voces verdianas y, en este caso, no se trata de un simple pleonasmo.
Hasmik Papian es una soprano de voz lírica con cuerpo, quizás lírica-spinto aunque los graves no son suficientemente contundentes para ser considerada una spinto de verdad. Ha cantado con musicalidad, línea y fraseo, con unos buenos reguladores hasta el pianísimo. De todas formas, su prestación global no ha pasado de correcta.
La mezzo Luciana d'Intino ha cantado su parte "alla italiana" con una voz de buen timbre, segura en todo el registro y ha tenido el buen gusto añadido de no abrir los graves en demasía. Para mi particular gusto, la mejor de la noche.
Josep Bros ha cantado, como hace siempre, dentro de una exquisita corrección, con musicalidad precisa, elegancia y dicción clara, aunque para mi gusto ha estado frío, carente de emoción, sobre todo en sus esperadas partes como el "Ingemisco" y "Ostias".
El bajo René Pape ha estado, desde mi punto de vista, completamente fuera de estilo. No es un bajo verdiano para nada ni canta "alla italiana" y su prestación no ha pasado de discreta.
Para mí, la sorpresa ha sido Enrique Mazzola, que no conocía. Este joven director español ha hecho música "con mayúsculas". Quizás tiene un dirigir heterodoxo en la elección de tiempos, pero a mí me ha encantado. Este hombre es un verdadero místico que sabe hacer cantar los silencios, alterna tiempos vivaces con otros lentísimos pero siempre desde una gran sensibilidad musical. A pesar de que el sonido de la orquesta del Liceu es bastante mejorable, especialmente en lo referente a la justeza de la afinación de la cuerda baja, a pesar de todo, digo, ha habido momentos mágicos, silencios elocuentes, tempi lentísimos pero emocionantes. En fin, he disfrutado con este director, al que voy a seguir a partir de ahora. El coro de la casa reforzado con el Cor de Cambra del Palau de la Música, ha obtenido un buen sonido de conjunto a pesar de pequeños desajustes debidos, seguramente, a los pocos ensayos realizados.

P.S. Por lo que he oído, debo ser de los pocos o quizás el único que ha disfrutado con este director. Me es completamente igual. Me reafirmo en mi opinión y sigo diciendo que habrá que seguir a Mazzola. Se sale completamente del perfil de los directores actuales, tiene una acusada personalidad y una exquisita sensibilidad musical.