Voy a tratar un tema que quizás no se corresponda aparentemente con el título de este blog, pero pienso que se trata de una reflexión útil en todos los ámbitos de nuestra existencia como ciudadanos del mundo. Y si alguno entre nosotros se siente artista o simplemente amante del arte y de la belleza, no puede quedar insensible ante tanta violencia de distintos signos, tanta guerra y destrucción.
No sólo quiero referirme a la guerra que tiene lugar en el Líbano, la más próxima en el tiempo y en la geografía, y de la que todo el mundo habla, sino a todas las guerras en general. Por supuesto también me refiero a todas las formas de violencia, tanto a la terrorista, como a otras mucho más silentes y sutiles.
No sólo quiero referirme a la guerra que tiene lugar en el Líbano, la más próxima en el tiempo y en la geografía, y de la que todo el mundo habla, sino a todas las guerras en general. Por supuesto también me refiero a todas las formas de violencia, tanto a la terrorista, como a otras mucho más silentes y sutiles.
La agresividad verbal también es violencia.
Hay tantas clases de violencia… ¿Qué me dicen de la violencia de género, de la violencia verbal o incluso física entre las personas que piensan distinto o tienen distintas creencias religiosas o políticas, o, simplemente se sienten identificadas con algún club de fútbol que, lógicamente, tiene sus rivales deportivos o no tan deportivos? ¿Qué me dicen de la violencia que se ejerce en las empresas, ya sea en forma de presión para la competitividad o simplemente porqué hay que regular la plantilla y sale más barato hacer un buen “mobbing” para que el trabajador se canse y se vaya y así no tener que despedirle e indemnizarle? ¿Y del nacionalismo? Cuando uno se siente fuertemente identificado con un país, una patria, con lo que automáticamente se encuentra delante de otro nacionalista del país vecino o lejano que le puede disputar, qué sé yo, cualquier cosa, dinero, intereses estratégicos, idioma, prestigio, tantas cosas... ¿Y del “deporte” de la caza? De aquellos que cazan, no para alimentarse, lo cual sería comprensible, sino para divertirse, por placer. ¡Matar un ciervo por placer! Y luego presumir de ello.
Ya sé que me dirán que hay diversos grados de violencia y que no es lo mismo una cosa que la otra, pero creo que en el fondo saben tan bien como yo que la raíz de la violencia es la misma en todos los casos. Cualquier creencia comporta división y violencia. ¿Cuántos, hoy día, se están matando en nombre de algún dios? Cualquier identificación del propio yo con alguna creencia, ya sea religiosa, política, nacionalista, “deportiva”, de algún grupo, organización, etc., comporta división y violencia. Diría más, la misma raíz de la violencia está en el yo, en el sentido del “yo mismo” distinto y separado de los demás.
La sociedad en general es la suma de todas las personas que la componen con sus yoes que se creen distintos de los demás yoes. Pienso, como decía J. Krishnamurti, que cada uno de nosotros es el mundo, y mientras no seamos capaces de conocernos a nosotros mismos y comprender la misma raíz de la violencia, cosa en verdad nada fácil, el mundo seguirá en guerra, una detrás de otra o muchas a la vez. Guerra no sólo entre los distintos ejércitos sino, mucho más próximamente, dentro de nuestras mismas familias, conocidos, amistades, empresas, sociedades, en definitiva, dentro de nuestra vida común de cada día. Y, por supuesto, ningún político va a arreglar eso.
Quizás sean muy pocas palabras para tratar tan complicado tema, pero no me negarán que es un tema para reflexionar seriamente, ¿no creen? Porqué, al fín y al cabo, seguimos educando a nuestros hijos en la religión "verdadera", en el nacionalismo patriótico de nuestro país, en el desprecio a los diferentes, ya sea de raza o condición social, en la competitividad, en la comparación y en tantas y tantas cosas...
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